Alrededor 1999, fue la primera tocada fuera de Puebla para Eslabón, por supuesto fue en Huauchinango. Donde vivían los papás de Marco.
No recuerda el autor de estas líneas la fecha exacta pero debió haber sido entre octubre y noviembre porque ya se sentía frío. El estado de Puebla hacia el norte es húmedo y frío así que piense lector/lectora en climas donde la chamarra no se debe quitar.
Recuerdo que para trasladarnos se utilizó un camión de carga con la caja cubierta por un toldo. Ahí se metió todo el equipo: Amplificadores, guitarras, teclado y cables. Además los 5 eslabones y la novia de Marco, quien hacía las veces de agente de prensa documentando con una cámara.
La alineación de Eslabón en aquella época era: Marco (guitarra y voz), Chucho Quecholac (guitarra solista y voz), Vladimir Quintana, hermano de Marco, (bajo), Ulises Pérez (batería) y un servidor tocaba teclado y también cantaba.
En esa época el viaje de Puebla a Huachinango era de unas tres horas y media, recuerdo que Chucho sacó su guitarra en algún momento para dar un repaso a las canciones, que no eran muchas, calculo unas 15 o 20. Había repertorio de Rock de los 60 tipo El último Beso y canciones de Rock en Español de moda en aquel entonces como La planta. No podían faltar Come Together, Let it Be y algunas otras de los Beatles.

A nivel amistad teníamos poco de conocernos, todos estudiantes del Técnico en Música de la BUAP. Recuerdo que siempre hubo camaradería y buena onda y ese tipo de viajes, apretujados en la parte trasera de un camión, son buenos catalizadores para sellar amistades.
Recuerdo la especial atención de la familia de Marco al recibirnos a Chucho, Ulises y el autor de este texto. Aún recuerdo las enfrijoladas para la comida y el huevo en salsa verde para desayunar en la casa de los abuelos Quintana.

Como jovenes músicos, calculo que para todos quienes hicimos ese viaje y ese show hubo dos enseñanzas: enfrentar una ciudad que no es la propia y a un público distinto, que por cierto desde entonces vi que fuera del lugar de origen, el público tiende a ser más receptivo.
Hubo también una recompensa mayor a cualquier honorario, la amistad que perdura hasta hoy entre los “eslabones”.