“Franco y Quintana: dos brújulas distintas hacia un mismo horizonte emocional”

Por Rodrigo Sosa – crítico musical independiente (2018)

En una escena saturada de fórmulas y modas pasajeras, las canciones firmadas por Carlos Franco y Marco Quintana dentro del proyecto Eslabón resultan, a estas alturas, más que un ejercicio de honestidad: son una muestra de cómo el rock independiente puede aún decir algo profundo, sin cinismo, sin disfraz.

Franco compone como quien le habla a una multitud desde su habitación. Sus letras, aunque personales, abren puertas hacia lo colectivo: hablan del deseo, del error, de ese momento difuso entre la derrota y la posibilidad. Su fuerte no está sólo en lo que dice, sino en la manera melódica en que lo sostiene, con líneas vocales que no gritan, pero insisten, que no buscan epatar, sino conectar.

Por su parte, Marco Quintana es un constructor de climas. Sus progresiones armónicas crean atmósferas que nunca están de más. Como guitarrista rítmico y compositor, sabe exactamente cuándo dejar espacio, cuándo empujar, cuándo sostener. Su lenguaje es más contenido, más cerebral si se quiere, pero no menos apasionado. En sus temas se siente una búsqueda espiritual —no religiosa, sino de identidad—. Es un autor que no escribe para “gustar”, sino para decir algo que si no dice, se le desborda.

Juntos, han conseguido una fórmula poco común en el rock mexicano de la primera década del 2000: una banda que suena sólida, pero vulnerable; que no teme hablar del miedo, del deseo de irse, de quedarse por convicción, o de no saber qué hacer pero querer hacerlo todo. Temas como “Ahora o Nunca”, “Si yo Pudiera” o “Cada vez que veas la luna” reflejan esa dualidad: potencia emocional sin grandilocuencia, profundidad sin solemnidad.

No sorprende que estos dos músicos, ya para 2014, comenzaran a tener mayor impacto también como docentes en la Facultad de Artes de la BUAP. La misma sensibilidad que llevan a sus clases es la que atraviesa sus canciones: una mezcla de rigor y libertad, de saber técnico y emoción no domesticada.

Eslabón no hizo el disco del año, ni necesitaba hacerlo. Hizo algo más raro: un álbum que perdura con quienes lo escucharon a conciencia, que envejece bien porque no fue escrito para vender, sino para contar lo que pasaba dentro de sus autores.

Franco y Quintana no compusieron para gustarle al algoritmo. Compusieron para no traicionarse.

Y eso, en estos tiempos, sigue siendo revolucionario.

Publicado por Carlos Franco-Galván

Músico y Doctor en Ciencia e Ingeniería (Computación). Se desempeña como profesor-investigador en la BUAP, Ibero, Anáhuac Puebla y UDLAP y como bajista/cantante en sus proyectos musicales o acompañando músicos diversos.

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